EN EL AIRE TAMBIÉN ESTUVO LA VICTORIA
Ulises Espinosa Núñez
El imperialismo yanqui quiso darle a la Revolución cubana un golpe de mano táctico aquel 15 de abril de 1961, con el bombardeo combinado a tres aeropuertos militares asentados en Santiago de Cuba, San Antonio de los Baños y de la Ciudad Libertad, en la capital, con lo cual Estados Unidos pretendió dejar indefensos al Ejército Rebelde, las Milicias Nacionales Revolucionarias y la Policía Nacional Revolucionaria, que eran las fuerzas que horas después harían contención a la invasión mercenaria por Playa Girón.
Indudablemente, en el pensamiento de agresor impune, siempre estuvo el cálculo de que con la aviación cubana de combate desactivada por el ataque aéreo el pueblo y sus líderes apenas tendrían con qué defenderse y sus armas a penas servirían para ripostar las bombas y cohetes que caerían sobre ellos.
Pero el error fue colosal, porque la férrea resistencia que tuvieron fue tal que no lograron poner de baja nuestros aviones, no obstante haber atacado camuflados con las insignias locales, en tanto pilotos, mecánicos y otros especialistas se dispusieron a poner de alta a los pocos aparatos que las Fuerzas Armadas tenía en aquel momento.
Los agresores creyeron haber logrado su objetivo, y menuda sorpresa recibieron después que, iniciada la agresión el 17 de abril, los milicianos y demás combatientes por tierra y los pilotos por el aire, le demostraron a los mercenarios y sus financistas que caros les costarían los intentos de reconquistar la neocolonia que perdieron tras la culata de los fusiles.
La ventaja era numerosa desde la madrugada en que se inició la agresión hasta que el Houston fue cañoneado por Fidel Castro de dos tanques de guerra, un T-34 y un SAU-100, cuando 67 horas después las fuerzas agresoras se rendían en masa ante los revolucionarios cubanos.
Playa Girón fue escenario de una batalla que decidiría la suerte de este país, de su pueblo y la revolución, y de eso estaban convencidos los rebeldes y milicianos, por eso el derroche de heroísmo fue tan alto en tierra como en el aire, y a no dudarlo los combatientes de las ciénagas pusieron mucho a la victoria, que los pilotos cubanos también consumaron en vuelo sobre mercenarios, lanchas, barcos, mientras derribaban naves pintadas de cubanas, pilotadas incluso por norteamericanos.
Nombre como el de Álvaro Prendes, resultan memorables, porque no solo se fajaron de frente a los agresores, sino que incluso algunos prefirieron estrellarse contra barcos yanquis, para dejar escrita una historia única en este continente, y muy difícil en los tiempos ulteriores, y que hasta hoy ha sido irrepetible, aunque sus intervenciones ha sido muchas de entonces para acá.
Numerosos pilotos yanquis estuvieron décadas guardados en morgues cubanas, para demostrar la culpabilidad norteamericana en la agresión, y los mercenarios prisioneros cambiados por medicinas y compotas, y eso lo lograron también los pilotos revolucionarios cubanos con aviones y avionetas que los invasores no pudieron destruir.
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