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¿Protector de la gente el capitalismo salvaje?

Un niño en el horrible y tóxico vertedero de Agbogbloshie, Ghana. |Kai Löffelbein

 Por Ulises Espinosa Núñez

ulisesen@enet.cu

 

Cuando un sistema como el cubano afronta dificultades económicas y financieras, que nos impuso el derrumbe del socialismo en Europa, con efectos hacia un periodo especial probador de la entereza del pueblo y sus dirigentes,  la lógica es que la reacción sea la de proteger al sistema, al gobierno, sus conquistas; así fue, vencimos todos los desafíos.

 

A la altura de 22 años de aquella colosal prueba, admirable en todo el mundo por la resistencia cubana al bloqueo arreciado de los imperialistas  norteamericanos y su Unión Europea, y cuando la ruta de la renovación está trazada, escucho voces un poco que apostatas, creyendo ya que nos estamos demorando en mostrar resultados en  la aplicación de los Lineamientos de la Política Económica del Partido y la Revolución, para actualizar nuestra economía.

 

No es como la coyuntura actual, sobre todo porque la conceptualización de lo que se hace en el perfeccionamiento del socialismo, sigue afrontando dificultades en los abastecimiento, particularmente para el trabajo por cuenta propia, lo ha motivado el disparo de los precios en la relación oferta demanda, y sin  que la gestión estatal pueda tratar de imponer o regularlos, lo cual de lograrse no estimularía a este sector.

 

Es verdad que todavía el Estado no ha podido abrir sus establecimientos mayoristas a la red minorista, y muy objetiva debe ser la causa, pero lo que sí me parece sumamente subjetivo y desleal hacia la Revolución y el Estado es afirmar que el capitalismo sí regula precio, seguramente para proteger a los que no tienen con qué salvarse del hambre.

 

Bien sabemos los cubanos que el capitalismo tiene como esencia de sus leyes, la economía de mercado, cuyos precios se autorregulan mediante la competencia, en muchos casos desleal, y que muchos negocios y empresas paran en el vientre de grandes consorcios quebradores.

 

 Y sí realmente el Estado capitalista regula y protege a la gente, por qué en los Estados Unidos, España, Bulgaria y otros países cientos de miles de familias no han podido salvar sus viviendas y  han tenido que huir buscando la protección de algún amigo o puente donde refugiarse.

 

Si en verdad el Estado capitalista protege al pueblo, por qué 25 millones de desempleados en eso y otros países están en las calles    exigiendo que le devuelvan  sus salarios, sus pensiones,  sus puestos de trabajo, sus derechos sociales; hasta ahora, lo que han hecho los gobiernos neoliberales es proteger a los bancos especuladores, en nada a ala gente desprotegida ante las hipotecas.

 

 

Lo único que el Estado burgués protege es al capital, hace campaña política  con el libre mercado, y dentro de ello el neoliberalismo arruinador, que fue impuesto en América Latina, y ha sido expulsado por los gobiernos redentores del Siglo XXI.

 

En aquellos países, nada de socorro para los que pierden sus empleos, no pueden pagar sus alquiles, carecen de solvencia para pagar la atención médica, le rebajan sus pensiones, o no pueden enfrentar los gastos en las escuelas que pierden también sus asignaciones o son  privadas, en fin el desahucio social,  y de hay las razones de los Indignados.

 

Deslealmente algunos han  pretendido comparar a Cuba con esos países de grandes solvencias o sistemas donde la justicia, el respeto a la dignidad plena del hombre, la equidad y los derechos sociales no es lo primero, incluso en esa gestión por el ser humano, nuestra pequeña Nación con su economía tan cuestionada, aventaja muchos indicadores sociales,  según organizaciones internacionales de Naciones Unidas y de América.

 

América Latina, tan rica y explotada, con el capitalismo no ha podido dejar de ser la región más aguda la desigualdad social, en la que se excluye al ciudadano que no puede acceder libremente a todos los mercados, no solo a esos donde se compra comida,  ropa y lujos, sino el de la salud, la educación, la cultura, porque en esos países se paga todo y no hay capitalismo que regule precios  a favor del consumo humano de supervivencia.

 

Los únicos precios que el Estado capitalista regula son sus propios precios: los del proteccionismo para invadir mercados foráneos, como los de           México,  Argentina, y otros países, para arruinar la competencia de los productores locales, y así vemos con la leche, que la botan para encarecerla y accionar sobre las tarifas, los productores aztecas de maíz fueron arruinados.

 

El capitalismo ya no puede presumir de su Sociedad de Bienestar, al      menos en Europa, ese es un slogan fracasado,  porque la quiebra de las finanzas nacionales ha quebrantado el supuesto buen vivir de una sociedad que está en las calles luchando por su derecho a un techo, un plato de comida,  que no le hagan recortes a la salud, la educación, la asistencia y la seguridad social, lo cual ocurre porque en el capitalismo el individuo está realmente desprotegido.

 

 

 

 

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