Los dolores de Miami
Por Ulises Espinosa Núñez
Miami está padeciendo de agudos dolores, que no son de parto, y si por eso fuera, malpariría, porque la carroña política de esa bella ciudad no podría dar a luz una criatura saludable llena de vitalidad, pues solo traería al mundo un feto malformado, engendro del mal, o más exactamente, una figura diabólica hija de la contrarrevolución terrorista.
Esos dolores son por la impotencia de no poder liquidar a la Revolución Cubana y sus principales dirigentes, o corromper al pueblo en el supuesto de que por sus carencias y vicisitudes económicas se le rendiría al imperio, clamando por las vidrieras y confort, bombas, bayonetas y botas calzadas para la invasión y la reconquista.
Esos dolores se agudizaron después que el Comandante en Jefe Fidel Castro salió triunfante de sus accidentes, primero el del brazo en Santa Clara, y luego la afección intestinal, esta última que lo condujo a su salida definitiva de la dirección del país, tras su Proclama al Pueblo, que preparó a Cuba para enfrentar la situación y continuar.
Las muecas mayores vinieron luego, al comprobar la contrarrevolución que Fidel sobreviviría, y que en diciembre de 2010 Raúl Castro asumiera la presidencia de la República, y tras el reciente Sexto Congreso del Partido Comunista, el máximo cargo de Primer Secretario de su Comité Central, nada, una agonía tras otra, sin poder levantarse, con más dolores.
Ahora las convulsiones de la mafia política y los resentidos llegan al estado de chock al verificar que el Partido Comunista de Cuba se ha democratizado al extremo de abrir sus debates a la población a través de la Televisión, tanto sus análisis en comisiones como en sesión plenaria, y que la política trazada fuera antes consultada con el pueblo en los barrios, cooperativas y centros de trabajo.
Puede que ahora los dolores de Miami causen infarto político porque las reformas económicas cubanas están causando estupor: la iniciativa privada con los pequeños negocios del comercio y la gastronomía, como cafetería, restaurantes, pizzerías, y talleres, mercados agropecuarios, venta de automóviles, de casas, motos, arrendamientos de barberías y peluquerías hasta tres sillones, además de otras pequeñas empresas donde afloran con ello el talento popular, las soluciones a muchos problemas y también satisfacciones, por la infinidad de servicios y productos que llegan a la población con los trabajadores por cuenta propia.
Todo eso dentro del socialismo, sin traumas políticos, y por eso el estupor, porque es con la comprensión de la militancia comunista y de todo el pueblo, quienes sin perder los valores de la Revolución, sus conquistas socialistas y con la promesa de un futuro mejor, comprende que Cuba debe asimilar las enseñanzas de la dialéctica, y ejecutar medidas de perfección económicas que nos hagan imbatibles, pues con lo que se está haciendo, todos ganamos.
Y ahora, el último dolor: la visita del Peregrino de la Caridad, Benedicto XVI, quien inició su andar por tierras cubanas, a pesar del disgusto causado por ello a la contrarrevolución mafiosa de Estados Unidos, donde los fascistas quisieron convertir la visita jubilar por la Patrona de Cuba, en una bacanal del desorden político, con una oleada de noria procedente de Miami, donde muchos fieles abogaron por un encuentro de concordia y fe.
Ya nada es en un postCastro, sino con los Castro, y con las generaciones nacidas posterior a 1959; no habrá derrumbe a lo esteuropeo, ni guerra civil fraticida. Es en armonía con todos y por el bien de todos que todo se hace, garantizando desde lo económico y político ideológico la continuidad de la Revolución y el Socialismo, por la conquista de toda la Justicia, como quiso el Apóstol José Martí.
Tuve un amigo que soñaba con tener en Cuba una red de restaurantes, pero quiso lograr su aspiración fuera y se marchó a Miami, donde solamente ha podido conquistar el puesto de estibador y agrupar una brigadita de restauración de jardinería y pintura, por lo que según sus posibilidades no puede venir todos los años, y ahora estará rabiando de dolores, allá, porque la oportunidad llegó, pero no para él, a no ser que regrese con la cola entre las piernas. ¡Saque usted sus propias conclusiones!
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