UNA ORGÍA CRIMINAL EN LAS TUNAS
Por Ulises Espinosa Núñez
El asesinato masivo de 10 revolucionarios tuneros el 25 de diciembre de 1956 no fue un hecho casual, con todo y que la dictadura batistiana pretendiera con ello restar apoyo a Fidel y el resto de los expedicionarios del yate Granma, que 23 días antes habían desembarco por Las Coloradas, y ya se establecían en la Sierra Maestra, después del reencuentro de Cinco Palmas.
No hay dudas en que aquellos hombres hubieran estado entre los primeros alistados para subir a la cordillera, pues ya es conocido que algunos de aquella vanguardia preparaban condiciones de logística para incorporarse al pequeño ejército que se reagrupaba, y ello estaba dado porque desde el mismo 10 de marzo de 1952, cuando Fulgencio Batista dio el golpe de Estado, se lanzó la convocatoria a la unidad de acción para combatir al tirano.
Ello quiere decir que la insurrección clandestina con miras a tomar las armas para la lucha, confirmaba que Las Tunas esta vez tampoco se quedaría atrás, sobre todo después que la Generación del Centenario acudiera a la cita histórica en el Moncada, aglutinados por el joven Fidel Castro, y confirmara a Abel Santamaría ante la tumba de Chibás que no quedaba otro camino que tomar las armas, o como diría Raúl Roa, que hablara el camarada Máuser.
Aquí, primero fueron las protestas contra el madrugonazo, que lideraron Pelayo Cusidó y Aquiles Espinosa, y después, estos mismos hombres de la izquierda revolucionaria se encargarían de alistar a destacados compañeros para la lucha clandestina, y ulteriormente guerrillera, que siempre fue el objetivo cardinal.
Fue esa la izquierda que antes de que surgiera el Movimiento 26 de julio accionaba para boicotear los planes proselitistas de los batistianos, que quiso legitimarse en la farsa electoral de 1954, y desvirtuada en Las Tunas con la señal y lema de Cero Voto, en las que participaban revolucionarios de distintas filiaciones políticas.
Pero todos rompieron con el tradicionalismo político y acudieron al llamado de Fidel de unirse para luchar por la libertad y la independencia de la patria, en torno al “26”, organización que fue reconocida como líder en la lucha, lo cual lo demuestra el hecho de que los auténticos disuelven el 20 de diciembre de 1956 a su organización clandestina Triple A, que armaban con pertrechos provenientes de República Dominica, habían ya pasado a las filas del "26".
Numerosos auténticos, en 1958 caerían como dirigentes y soldados en las filas del “26 de Julio”, entre ellos Pepito Mastrapa, Emilio González e Indalecio Díaz.
La fortaleza política antibatistiana en Las Tunas no estuvo al margen de la inteligencia castrense y era lógico que muchos de ellos, tal vez todos, estuvieran fichados por el BRAC: Buró Represivo de Acción Anticomunista, por eso, cuando el Dictador Fulgencio Batista decidió ripostar contra Fidel en la Sierra Maestra, no buscó a individuos inocentes tomados al azar, sino que fue a los expedientes de los revolucionarios más comprometidos y escogió no solo a los que resultaron asesinados, sino a otros muchos que lograron evadir la búsqueda criminal.
Los caídos en Las Tunas la noche luctuosa de Las Pascuas de 1956 registra nombres que procedían del Partido Socialista Popular, Ortodoxos, y del Movimiento 26 de Julio, de la izquierda auténtica y eran trabajadores de la ciudad y el campo, algunos de larga trayectorias revolucionarias como los mismos Pelayo y Aquiles, Alejo Tomás, Enrique Casals y Ramón Téllez, entre otros.
De la misma estirpe eran los otros 13 revolucionarios asesinados aquella noche en Holguín, para integrar con los tuneros el martirologio de los primeros mártires de la revolución en Oriente Norte.
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