El Hotel Cádillac de Las Tunas
Texto y foto de Ulises Espinosa Núñez
Como si fuera un crucero trasatlántico, de lujoso puesto de mando y compartimentos acogedores, de mediana altura, suficiente para otear el horizonte por donde pasa la marea humana de cada día en sus menesteres, así se aprecia el Hotel Cádillac, el más lujoso y atractivo edificio del centro de la ciudad de Las Tunas.
Se dice que este resinto fue construido en los años 40, tomando como referencia la arquitectura de los cruceros o trasatlánticos de aquellos tiempos, aunque nunca se pudo conocer qué relación guarda su nombre con la marca norteamerica automóviles homonima, empero en su vestíbulo, alrededor de la carpeta se muestran fotos de antiquìsimos autos, cuya fama ya parecen aplastadas por las firmas japonesas, chinas y de otros países.
Pero quizás, para no perder su orgullo, El Cádillac de Las Tunas, con su multicolor bien combinado y vistoso, se levanta digno y atrayente, después de una reconstrucción capital que redujo su capacidad, pero elevó el confort en ocho habitaciones que han merecido la estancia de la Embajadora de Inglaterra, quien aceveró ser estas las mejores en que ha estado en Cuba. Allí estuvo también el máximo representante diplomático de Canadá.
Ya no interesa quién fue su dueño en el capitalismo, pues hace décadas pasó a manos del Estado, y hoy está administrado por el Grupo Hotelero Isla Azul, cuya gerencia invirtió casi un millón 300 mil pesos en divisa y moneda nacional, para reconstruirlo después de más de una década en ruinas, por los efectos de la crisis económica cubana de los años 90, durante la cual se quiso rehabilitarlo.
Que ya esté prestando servicios a cubanos y extranjeros con su singular belleza, es un botón de muestra de que la econompía cubana se ha recuperado, aunque ello no quiere decir que sobre ella no actúa el fascista bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
El buen gusto en el diseño restaurador devolvió mobiliario de época, la carpintería de puertas y ventanas desdeñó el aluminio, y en esa línea las habitaciones son un primor, las que se pueden alternar con un club nocturno con capacidad para 30 personas, donde se pueden adquirir los mejores rones, vinos, gaseosas y menú que ofrecen calificados cocteleros.
El extranjero que quiera disfrutar plenamente a esta ciudad, puede hospedarse en El Cádillac, almorzar en reconocidos restaurantes, caminar por su vulebar, tomar sus bebidas, café y refrigerios en el portal que avista el andar de los tuneros por la circundante red comercial.
A la vista de los huéspedes está la vieja iglesia reconstruida tras tres incendios patrióticos en el Siglo XIX, la Plaza de Armas, y los emblemáticos Parque Central, el Museo Provincial y el Memorial, todos con el nombre del Mayor General Vicente García, el insigne patriota tunero que en la Guerra de los 10 Años fue presidente de la República en Armas y jefe de sun Ejèrcito Libertador.
De la corporaciòn que tuvo a su cargo la reconstrucciòn del Hotel Càdilac,decir,tan sòlo que su bella obra està propueusta al Premio Nacional de Restauraciôn:
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