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Mi hijo: actuar y bailar

Mi hijo: actuar y bailar

Por Ulises Espinosa Núñez.

ulisesen@enet.cu

 

Ulisito, mi hijo acaba de darme muestras de su tenaz empeño por darle destino feliz y útil a su talento, porque como ardilla saltadora, buscó las más variadas especialidades. Nunca pensé aquella madrugada de 1997, cuando prendido de mis piernas a las dos de la madrugada, bailaba un rock lento, pero sin saberlo él.

 

Exclamé en la ocasión a su madre y colegas míos que mi hijo iba a ser bailador, y me equivoqué, será bailarín, no porque se dedique a eso profesionalmente en el futuro, sino por haberse graduado en Danza Elemental, el pasado 17 de julio, en la Escuela Vocacional de Arte, El Cucalambé.  

 

Promete mucho, decían sus profesores de la Especialidad, cuando él hacía tiempo venía apostando por la Actuación, para lo cual se inscribió en un Taller, en la Casa de la Cultura Tomasa Varona, de la ciudad de Las Tunas, porque en realidad era lo que quería, y más que todo, ser artista, en cualquier disciplina, menos en la danza.

 

Creo que no le va en su temperamento, y erróneo concepto de la masculinidad, aunque dio todo cuanto pudo, con dignidad, hasta engañar en el desempeño a sus profesores de folklor, musicalidad, ballet, quienes finalmente deben sentirse defraudados, porque lo querían ver en el baile profesional, pero no todos en la Escuela, respeto a la Actuación, donde tuvo admiradores por su versatilidad, carisma y desenfadado histrionismo.

 

Ulisito quiso en grado quinto de escolaridad, estudiar guitarra o percusión, esta última de la  cual gusta mucho, pero no estuvo en convocatoria, y en las cuerdas, dijeron los especialista que sus dedos eran  muy cortos. Había que archivar aquellos sueños, y enrumbarse de nuevo, a partir de otro llamado en la danza, donde finalmente matriculó y ahora concluyó.

 

Ya sabemos que antes hizo grado en otra convocatoria a prueba de actitud, para las artes circenses, pero primero le llegó boleto de beca para actuación, después de vencer tres pruebas, para la Escuela de Actuación, de la ciudad oriental cubana de Bayamo, donde hará complementarias con sus resultados docentes en danza.

 

Lo admiro, por su tenacidad, que ya me había demostrado en los primeros grados, cuando fue segundo tablero en la Academia de Ajedrez, de la cual se fue un día de competencia, donde debió defenderla en una competencia; pero se fue a bailar a la Casa de la Cultura. Muchas lágrimas derramó su instructora por aquella deslealtad de mi hijo.

 

Pero todo no queda ahí: Ulisito nos hizo a mi y a su madre, buscarle quimonos para que peleara en kárate, yuyisho, judo, taewandó, además de jugar fútbol y béisbol, este último deporte de manera apasionada; incluso, fue a pruebas de lanzamiento, pero le pedían mucha velocidad para sus 12 años (70 millas por hora), y el solamente tiró 68, por lo cual tuvo que conformarse con jugar en el barrio, y archivar ese otro sueño.

 

Recuerdo que un día, recién llegado al Seminternado República de Chile, procedente del Círculo Infantil Amiguitos del MININT, me dijo, de esa forma determinada e independiente que tiene, que se metería en todo, a ver en cual daba algo, y así llegó a la Actuación, con un aval histórico en la guardería, donde fue figura cimera en los roles protagónicos que le asignaron las tías, uno de ellos como gallito, bailar en gala él solo con siete gallinitas.

 

Este es mi hijo, de quien  no diré más según la evaluación de los profesores, no vaya a ser que exageren, y peque yo de sobrestimación ingenua, aunque sí debo decir que en la actuación y el baile está el futuro de Ulisito, si sabe aprovechar estas oportunidades que la Revolución pone en su talento.

 

Yo padre, por ahora, mientras se realiza en la escena, seguiré disfrutando sus desempeños en la música popular bailable, donde se regala virtuoso en infinidad de ritmos cubanos y extranjeros, en los que tiene a muchos admiradores, que lo han visto en fiestas públicas, bodas, cumpleaños de quince y en el marco de la familia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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