Yoani Sánchez, por excepción cero a la derecha
Por Ulises Espinosa Núñeulisesen@enet.cu
Yoani Sánchez, es el nombre de una mujer tarifada que le ha puesto precio a su palabra, no porque diga verdades, sino por ponerla al servicio de la contrarrevolución cubano extranjera que puede estar en Miami, Nueva Jersy, en Madrid o Praga, y dársela en bandejas de papel verde que llegan de buena parte de Estados Unidos; hablar de Cuba es un negocio rentable.
Hay mujeres que se prostituyen vendiendo su cuerpo al goce masculino, pero otras lo son por vender su verbo, su dignidad, la honradez y este es el caso, no para solventar carencias económicas suyas y de la familia, sino para complacer el encargo estatal yanqui, y tal vez a ello se deba que sin brillo literario sea gratificada con premios que ella sabe no merecer, talentosamente, como Barack Obama, que sin nada de buena gente recibió con asombro el Nobel de la Paz, con guerra o amenazando con ella.
El encargo estatal norteamericano es ese, rajarle el pellejo a Cuba y a su pueblo, porque bien sabe esta distinguida bloguera de la disidencia que en su país, sin el pueblo no pudiera haber revolución socialista hace 55 años, aunque ya estoy convencido que este dejó de ser su país, porque reniega de él, y si sigue radicando aquí es porque los dividendos son jugosos, aunque no le sirvan para pagar muchos beneficios y servicios del Estado, porque son gratuitos la salud, la educación, la enseñanza artístico cultural, la práctica deportiva; esos servicios no se pagan como la palabra suya.
Para lo único que le puede servir lo que gana al servicio de los enemigos extranjeros es para vilipendiar sin ecos multiplicadores, como le ocurre a los papagayos de “Radio y TV Martí”, o para seguir recibiendo su salario oficial o hacer algún gesto caritativo con aquellos que están dispuestos a lograr alguna pepita de El Dorado, aunque para ello tengan que hacer huelgas de hambre, pasarse por inválidos como el seudo Armando Valladares, que no era ni poeta ni discapacitado o como las llamadas Damas de Blanco, andando calles a la espera de que les lleguen sus cheques por el servicio que venden.
En la Constitución Socialista cubana reza a modo de excergo el proyecto martiano cuando reclamó que “Yo quiero que la Ley primera de la República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre” y se cumplió, pero claro, ese culto era también para la dignidad de Yoani Sánchez, mas no lo aceptó, porque la perdió en las relaciones mercantiles que la Oficina de Intereses de El Malecón instaló para convocar a los tarifados.
A esta mercancía de marca “Sánchez” o Made in USA nadie le presta interés por creerla de dudosa calidad, pues a saber la suponen fraudulenta como la ilegítima Havana Club que vende la Bacardí, y los que la compran son aquellos que como ella se creen sus propias mentiras desesperadas que se dicen de la Cuba de Fidel Castro, en la que sí confían millones de personas con dignidad en el mundo.
La verdad de mi país es inexorable, y no la exportamos con campañas, sino con el ejemplo de su humanismo revolucionario, socialista, solidario e internacionalista del que tienen pruebas decenas de países de África, Asia y América Latina y el Caribe, región esta última de la cual se darán cita sus jefes de Estado o Gobierno en la Cumbre de la CELAC a fines de este mes en La Habana, Estados Unidos no lo podrá impedir.
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