REALMENTE DE MIL BATALLAS
Por Ulises Espinosa Núñez
Fotos de Yaciel Peña
ulisesen@enet.cu
Me emocionó en lo más hondo humano que me llamarán a recibir la Medalla Conmemorativa 50 Aniversario de la UPEC (Unión de Periodistas de Cuba), y de la misma manera el título de Periodistas de Mil Batallas que el joven Raúl Oliva puso al reporte que hizo de la ceremonia, efectuada en simbólico lugar: en el Memorial Vicente García, casa natal de nuestro insigne jefe mambí, el Padre de la Guerra de los 10 Años, e igualmente un insurrecto de mil batallas victoriosas.
Cuando escuché la breve semblanza de los 18 periodistas homenajeados y ví que entre ellos estaban algunos imprescindible de esta historia que se reconoce, recordé entonces que, por alguna razón lógica decían en los comienzos cinco décadas atrás decían que nosotros éramos un destacamento de vanguardia, encargado de llevar a las masas la obra, el pensamiento y la acción de la Revolución, de sus líderes máximos, del Partido, el espíritu internacionalista del pueblo cubano; nosotros cumplimos.
Por aquellos años, a partir de 1963, cuando se crea el semanario Trabajadores, todo era tarea heroica, y de iniciativas creadoras, como la de Alberto Rodríguez Morell (Betico), a quien se le ocurrió un día llevar noticias de su talabartería a Radio Circuito, y se convierte así en el primer corresponsal voluntario de la Revolución en Las Tunas, y aquellos que junto con él serían la plantilla inicial de aquel nuestro primer periódico revolucionario, no profesional.
Por aquel hecho, además de Betico, José Lobón Palau y Luis Manuel Quesada Kindelán, se le impuso la dignificante moneda, junto a otros que a pie, en caballos, vagones de ferrocarril, bicicletas, sobre carretas con tractores, en carretones, cumplían sus misiones reporteriles en jornadas nocturnas, en las tardes, a cualquier hora, con lluvias o frío, temporales o ciclones, donde estuviera el deber, allí estuvimos, primero como corresponsales voluntarios y después profesionales, pero en las mismas condiciones de trabajo.
Recuerdo a Lobón a pie, con su cámara de cine de 16 milímetros, gestionando quién lo llevaría a un campo de caña en zafra azucarera, o a una vaquería, a una obra hidráulica o vial, y después cómo hacer llegar el reporte a Tele Turquino en Santiago de Cuba, pues en aquellos años las comunicaciones eran muy rudimentarias, luego tendría un yipi de mala muerte, a quien le apodamos Hilarión, como el caballo flaco de Bejuco, un personaje de la radio aventura Leonardo Moncada.
Todos los que estaban en el Memorial Vicente García, pasaron por la misma historia: Freddy Pérez Pérez, allá en Chaparras; Abel Peña Labrada, en Puerto Padre, Oscar Herrera, un muchachito de secundaria que descubrió no se sabe cómo esta carrera y reportaba profesionalmente para Sierra Maestra, el diario de la antigua provincia de Oriente; Herminio Reynaldo, un guajiro de Vázquez que aprendió sobre los carahatas y entre los surcos a encontrar la noticia, o Joel Lachatagnerais Popa, igualmente precoz en el periodismo como corresponsal voluntario y con vínculos abarcadores en numerosos periódicos y radioemisoras de Oriente y La Habana, todos imberbes.
En lo personal, recuerdo mis inicios, andando con muletas, buscando las noticias en los talleres de Cubartesanía, lo mismo que en las movilizaciones para cortes de caña en zafras, y otras convocatorias políticas, incluso llegué a ser Ideológico de la Unión de Jóvenes Comunistas en el municipio de Las Tunas, y nunca dejé de escribir para el semanario Forjador y Radio Circuito, donde debuté el 1 de marzo de 1969.
Estaban allí también otros imprescindibles, como Juan Emilio Batista, el tamalero; Raúl Martes, Nelson Maderero, otro guajiro, pero de la caña en La Guinea de Manatí, quien gracias a la Revolución que llegó por rieles, encontró el camino de esta carrera apasionante; Raúl Martes, Róger Aguilera Morales, combatiente en numerosas campañas, y director de la paradigmática agencia de prensa AIN, de esta ciudad, renglones ellos de esta historia que aún no concluye, pues llegaron otras hornadas de jóvenes colegas, muy bien preparados, excelentemente preparados, que mañana también serán periodistas de mil batallas.
También Oscar Góngora Jorge, el único de nosotros que acumula 40 años como dirigentge de la UPEC, desde la provincia a la base, quien fuera en el pasado e jefe del Centro de Información de la Prensa en la provincia, para quien tributábamos hasta que apareció el diario 26, y el hermano entrañable de todos, humilde y consagrado, el que con toda la calma del mundo escribía, y por eso era el impecable de aquella plantilla.
Hablaré por último de otros cinco colegas, que son de la generación posterior a la edad antigua de los anteriores 14 compañeros, y capítulos de esta historia que comprimo: Rosa Velázquez Pérez, única mujer en el homenaje, brillante y pedagoga ella del hacer periodístico; Carlos Tamayo Rodríguez, agudo y crítico custodio de la calidad del Periódico 26; Hernán Bosch Carralero, hombre de magistral reporterismo; Luis Ramiro Segura, el decano directo de “26”, y Pastor Batista, un Joven llegado de Sancti Spíritus, para escribir su propia página entre los tuneros, en quienes tiene cabaña su entrañable compañerismo… todos ellos llegaron luego en generación sucesora, y recibieron la Medalla 50 Aniversario de la UPEC por sobradas razones profesionales, y cada uno con su aporte personal a nuestro periodismo, de méritos, a tal altura, que ya sus nombres la historia local los guarda en su seno, por sus mil batallas.
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