Un ícono del carnaval de Las Tunas
Por Ulises Espinosa Núñez
Fue como por encantamiento, un día de allá por 1960, cuando Héctor de la Rosa apareció en el Paseo del Prado, de La Habana, y a petición del Comandante Antonio Enrique Lussón sacó de su maletín la corneta china que le acompañaba desde 1951 e improvisó algunos estribillos emblemáticos del cantar popular.
Uno de aquellos decía ¡Ahora que estamos en Cuba Libre, disfrutando este carnaval, que buena, que buena, que buena es la libertad!; era la entonación más movilizadora de todos los tiempos y que la gente había cantado en 1959, tras el triunfo rebelde del primero de enero.
Claro, aquellos versos eran la alegría más plena cuando se cantaban con las notas de una corneta china, el instrumento de los carnavales de santiago de Cuba, y parece que en la super poblada Habana Vieja había apetencia por la interpretaciòn en vivo, pues poco a poco fueron acudiendo al llamado de Héctor, quien con su telúrica interpretación parecía estar convocando a la fiesta.
Por una esquina, la otra, y desde todas las calles que conducen al teatro García Lorca, a las sombras del Prado o el Hotel Plaza, decenas de personas que luego fueron cientos, se lanzaron al encuentro de aquel gozo inusitado con n aquellas notas enloquecedoras llegadas del lejano Oriente.
Las suelas de los zapatos acariciaban rítmicamente bajo los golpes de un tambor, un quinto, requinto o campana: pero bastaban las notas agudas que Héctor de la Rosa sacaba de su flauta, aunque llamativo de todo era que junto con Héctor andaban cuatro instrumentistas de Holguín y Palma Soriano, cuyos nombres no recuerda el legendario cornetista: el conjuro era entre él, la corneta, el coro masivo de cientos de voces y el raspado en los cueros del calzado.
Se congestionaron las calles y bocacalles, todo era virtual apoteósis del disfrute, cuando ya los automóviles no podían alcanzar las rutas que buscaban los conductores, hasta que la policia intervino y puso fin al desorden, que este ícono del carnaval de Las Tunas había provocado, por lo que fue detenido hasta que el Comandante Lussón mandó a aclarar la situación, dada a propósito de que en esos días La Habana estaba de carnaval al cual Héctor fue invitado con su piquetico.
A la altura de sus 58 años tocando la corneta china, todavía en 2010, Héctor no comprende qué fue lo que sucedió aquel día en el Paseo del Prado, pero de algo sí está seguro, y es que le había llegado con magia muy adentro a los que en la capital cubana ya habían disfrutado una conga oriental, que no era precisamente santiaguera, y para él ese ha sido su premio mayor como artista del pueblo.
Había nacido de Héctor y Estrella Peña el 16 de julio de 1941, en la sureña localidad de Jobabo, de donde fue traído de 18 meses por su abuela María Sánchez Jiménez, a cuyo lado creció y fue a la escuela hasta terminar la primaria, pero no pudo continuar la segunda enseñanza pues no había dinero para los libros.
En lo adelante, De la Rosa tendría que buscar el sustento de él y su abuela, así que como aprendiz de carpintero, primero, y luego de mecánico aumotriz con el reconocido maestro Isaac Pedroso, en el taller de la ESSO, en La Martilla, a la entrada occidental de la ciudad, ya tuvo que postergar sueños y esperanzas de su infancia, porque desde entonces es mecánico profesional, aunque después del triunfo de la Revolución llegó a segundo semestre de la Facultad Obrera.
Héctor se inició en la música siendo un pequeño infante adolescente, cuando tuvo como primer maestro de trompeta y solfeo a Eligio Márquez Reyes (Yiyo - Iliyamba), con quien estuvo en una orquestica, y luego otros maestro fueron Cristino Márquez Reyes y Baldomero Portillo, que lo llamó a su agrupación América Libre, con la que correteó por los carnavales cercanos de Puerto Padre, Jobabo y Manatí.
Aprendió a tocarla cuando todavía estudiaba mecánica automotriz en 1951 y al año siguiente ya es fundador de Los Mau Mau, donde también tocaron el tunero Adalmiro Rosales, y el santiaguero Julio Blanco, pero desde entonces, en 58 años, Héctor es el único, y no hay nadie más con esa historia en la provincia de Las Tunas.
También hubo otro cornetista, Alfredo McFarlane, pero ese tocó con la conga de Los Hoyos, de Santiago.
El acopio de habilidades, experiencias y prestigio eran tantos que fue llamado a la conga de San Agustín, de Santiago de Cuba, porque allá, por 20 años fue músico con ese instrumento en Los Guayabitos, de Clara Roselló, donde en 1980 rendieron homenaje por los aportes que le hizo al carnaval santiaguero. Un gesto de gratitud que todavía en 2010 no le ha hecho su ciudad para la que ha trabajado toda la vida.
Poco después Héctor se hizo de su propia corneta originalmente china del tipo Requinto, hace cinco décadas, cuando visitó a Ciego de Ávila en andanzas carnavalescas. Hoy no sólo es el experto y reconocido músico, sino también innovador que ha sabido hacerle aportes, como la boquilla de paraná, que él hace.
Fue en 1960, cuando es invitado por el gerente del Hotel Internacional, de Varadero, quien lo contrató para que actuaran para los turistas los mismos cinco del Prado de La Habana, y cuando a poco los congueros tomaron pasillos y calles del balaneario, lanzaron al aire sus contagiosos estribillos con corneta y tambores, y uno fue aquel que hizo convulsionar al Prado de la Habana Vieja, lo cual le supo muy amargo a los que estaban en el hotel Internacional.
Nada, se les ocurrió, logicamente, estribillar aquello que todavía dice: ¡Fidel, Fidel, qué tiene Fidel, que los americanos no pueden con él! Fue suficiente para que el gerente diera por terminado el contrato, cuyo pago tuvo que ser bastante generoso dada la situación, pues los congueros no cambiarían el texto de su música.
No podía ser de otra manera, pues De la Rosa había sido colaborador en la lucha clandestina contra la dictadura batistiana, luego participó contra los bandidos que aquí en Las Tunas se alzaron contra la Revolución, fundador de los CDR, donante de sangre, miliciano y plantilla permanente en muchas zafras azucareras del pueblo.
Héctor esta jubilado desde 2001, pero sigue activo en la ciudad como cornetista de la conga Los Mau Mau, en la que lleva 58 años, lo cual ha dicho con su expresión natural de hombre humilde y desinteresado, al no reclamar el homenaje que se merece por su aporte a los carnavales de su ciudad.
Y, por supuesto, los chinos nunca imaginaron que su antiquísimo instrumento sería tan incrustado en las arraigadas y más populares fiestas cubanas y, que en el oriente cubano tendría en Héctor de la Rosa a uno de sus más descollantes exponentes.
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