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Sabanilla

El lechón asado

El lechón asado

Texto y foto de Ulises Espinosa Núñez

ulisesen@enet.cu



No hay otra forma más cubana de despedir el año viejo y esperar el nuevo que ese criollo ceremonial que el 31 de diciembre se organiza en los patios ogareños; en ello no hay improvización, porque todo se planifica y se calcula cada detalle. Temprano se acumula la leña y el carbón que se han de quemar.



Todo empieza temprano en la mañana del último día del almanaque con la fogata que ha de hervir el agua con la cual se ha de quitar la pelambre del lechón, si no es chino. Después viene el pase al otro mundo a ese animal que con empeño  y cariño se alimenta y que nos alegrará la noche con el olor peculiar que emana de la grasa que cae sobre el fuego.



La forma más común de la gente es asarlo en una púa de madera, aunque la inventiva popular le ha dado eternidad a este instrumento al crearlas con tuvos galvanizados con una punta que permita pasarla por debajo de la quilla entre su costillar.



El puerco asado, como comunmente decimos, es el centro de la alegría, porque en su entorno las familias se acomodan, mientras hay uno de ellos que es quien le da vueltas a la vara buscando el color dorado que provocan las brazas, procurando que no se queme, pues todos aspiran a hacer quebrar entre sus dientes el gustado pellejo tostado.



Ese hombre que le da vueltas a la púa generalmente es el que presume de ser el mejor asador, sin embargo, ya eso no es tanto así, porque la experiencia se acumula y, además, es agotador porque también se quiere, como los demás, estirar las espaldas o echar un bailadito en el patio, allá en la sala o la terraza.



Entorno al lechón asado se toma rones, vinos y cerveza; Otras bebidas son licores de distintos sabores y hasta una crema que se hace a partir de leche en polvo, huevos y alcohol, y la comida no puede ser otra que el arroz congrí, que elaborado con frijoles negros o abichuelas coloradas, la vianda es con plátano o yuca, casabe, acompañada de la obligatoria ensalada mixta de tomate y lechuga.



Las familias más tradicionales alargan el tiempo del asado, o lo ponen tarde, buscando que el puerco esté próximo a las 12 de la noche, cuando todos se abrazan y se desean todo lo mejor en el año nuevo, y hay quienes lanzan perfumes o colonia sobre las cabezas de quienes se besan alegres; está también aquella creyente que a esa hora vota una palangana de agua, para "que se vaya t´o  lo malo".



La fiesta no termina ahí, porque luego se baila y algunos se irán a sentir mejor esperando el amanecer al lado de una botella de ron, con la seguridad de que otro animal ha de ir a la mesa el día primero de enero y luego a recuperarse de la resaca, porque dos días después todo volverá a la normalidad en los deberes ante el trabajo y el estudio.


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