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No creo en Obama

No creo en Obama

Por Ulises Espinosa Núñez

 ulisesen@enet.cu

 

El expresidente norteamericano Geroge W: Bush no engañó a nadie, ni siquiera a los más distanciados  electores, porque hecho a la medida de su padre, con su  edulcurada y estúpida sonrisa, firmaba las ejecuciones de los reos que en California esperaban en el corredor de la muerte; en ningún otro Estado se ordenaba tanto el cumplimiento de las sentencias, sin importar probables injusticias.

 

Bush, antes y después de ser presidente, en sus propios discursos electorales, no negaba su vocación de guerrerista, sus pretensiones de conquistar nuevos territorios cargados de riquezas en petróleo y gas, o también de drogas como la heroína en Afganistán, sin amèn de los cientos de miles de muertes que han ocurrido en ese país y el devastado Iraq, conceptuadas como "daños colaterales", bajo el pabellón del antiterrorismo, que fue la justificación para la cruzada y las "conquistas".

 

Este alcoholico y mediocre universitario nunca negó su pensamiento racista, su fobia hacia otras razas y contra la fé islámica, o que era íntimo de los terroristas anticubanos de Miami, y siendo el gran mandatario imperial, poco le importaban la protección de los niños y las mujeres, cuyas Convenciones no firmó nunca, al propio tiempo que nada de los acuerdos internacionales para la protección del medio ambiente.

 

Los derechos humanos en lo económico, social y cultural son acápites de las Naciones Unidas que no ratificó aunque los firmó, y no se pronunció en la práctica por la prótección estatal a las personas discapacitadas; fue ajeno a la desaparición de los luchadores sociales, al maltrato a los trabajadores migrantes y sus familias, a la acción contra la tortura, la práctica del terrorismo que le benficiaba, porque a fin de cuenta, Bush es fascista confeso de obra, y por ello fue el presidente más odiado en la historia de Estados Unidos.

 

Creo que fue honesto en su proyección, al no vestir de santo, siendo conocido como un diablo a quien hasta un zapato le lanzaron en Iraq, en las postrimerías de su segunda etapa como titular de la Casa Blanca. Bush, por demás, gobernaba porque gobernaba.

 

Sin embargo, el flamante Premio Nobel de la Paz, que en sus discursos electorales por la presidencia anunciaba un vuelco total en la política interna y exterior de ese país, se quedó en la ética de representanates y senadores: en meros compromisos demagógicos, y por ello nada sustancial ha ocurrido desde que llegó al más importante sillón de la Casa Blanca.

 

Son evidentes las contradicciones ideológicas entre el pensamiento oficial de los Centros de Poder de la Oficina Oval con los musulmanes, y en general con esa comunidad de más de mil millones de creyentes, con el pretendido acercamiento de Barack Obama a esos países, porque no frena las amenazas y agresiones de Israel, causa por la cual  la paz en el Medio Oriente es todavía un sueño bañado en sangre palestina.

 

Bush dejó dos claros frentes de guerra y Obama los asumió, pero abrió de manera peligrosa otros en Pakistán, en los alrededores de la República Popular y Democrática de Corea, de Irán y no está ausente su política en el resurgimiento de los golpes de Estado en América Latina, o de planes belicistas en esta región que acusan la apertura de bases militares en Colombia, y la activación de la Cuarta Flota con amenazas para Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua o Cuba, y cualquier otro oscuro rincón del hemisferio.

 

En realidad, con tintura de mestizo, Obama se ha hecho rodear de republicanos puros y demócratas que piensan igual que aquellos, por lo que el programa de gobierno pasa por cualquiera de los dos partidos, y está intacto el que dejó el anterior gobernante para un Ejecutivo de semejanza, que es lo que ocurre respecto a la política contra el terrorismo, persecución a los islámicos, los inmigrantes, ah, y hacia Cuba.

 

Esa asignatura, en los incisos Bloqueo Económico, Anticomunismo, las leyes de Ajuste Cubano, Torricelli y Helmes-Burton, y los intercambios culturales, científicos, deportivos, turísticos, los viajes y remesas por cualquier cantidad, siguen aplicándose al estilo del presidente Bush, porque Barack Obama está obligado a seguir caminando tras las huellas de su fatídico predecesor.

 

Ese es otro frente de guerra que el expresidente de Estados Unidos dejó en herencia, y bien sabe el sucesor que el castigo yanqui ya ha causado daños sobre los 750 000 millones de dólares, según recién afirmó en Naciones Unidas el canciller cubano, Bruno Rodríguez, y que la representación internacional condena de manera masiva en la Asamblea General, sin margen de dudas, lo cual se confirmó el año pasado, cuando 187 países votaron en contra de su aplicación, incluso sus aliados.

 

Toda esa política de doble rasero y rostro en lo interno y externo, me hace dudar de la honestidad de Obama, por estos momentos en que ha puesto al mundo al borde del holocausto nuclear, por su obstinado enfoque hacia Corea del Norte e Irán, y claro, con los mismos ojos que contempla a Rusia y a China; tengo razones para dudar de la honestidad del señor presidente.

 

No creo en Obama, sencillamente porque no es transparente y gobernar con doble personalidad hacia fuera, mas después que Estados Unidos no asistió a la Conferencia Mundial Contra la Discriminación Racial, convocada en su primer año de mandato para la ciudad de Ginebra.

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