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Sabanilla

HA MUERTO CHÁVEZ, SILENCIO TOTAL EN LAS TUNAS

 

 

Los funerales de Hugo Chávez, en directo

Por Ulises Espinosa Núñez

ulisesen@enet.cu

 Por el día, puede que alguna que otra vez se escuchó una voz, un grito tal vez, pero en las noches, ni siquiera la programa especial de Telesur o de Cubavisión se escuchaba como en fechas anteriores, incluso con la generalidad de la población viendo exclusivamente ambas emisoras. Esto que cuento está sucediendo en mi bullicioso barrio, donde todavía en la media noche es normal escuchar las voces de los noctámbulos.

 

No es casual, la muerte de nuestro Hugo Chávez ha constituido una desgracia en mis vecinos, para la gente de la provincia de Las Tunas, y de todos los cubanos; la incredulidad perduraba 48 horas después de la anonadante noticia, tras la cual sobrevinieron las más humildes formas de expresar el dolor, sobre todo después que la televisión cubana empezó desarchivar memorias en la videoteca cubana.

 

Todo empezó con las lágrimas que brotaron multitudinarias, incontenibles, en  hombres y mujeres,  quienes dejaron constatar que Chávez estuvo siempre, desde su aldabonazo del 4 de febrero a la visita primera a La Habana y fue recibido como jefe de Estado por Fidel Castro, cuando el zurdo arañero de Sabaneta proclama la insurrección  electoral de los pobres de Venezuela.

 

Y no han terminado las lágrimas ni el dolor frente a la tele ni en las colas para honrarlo con un puñado de flores de cualquier tipo que aparecieron; las telenovelas se fueron de las prioridades hogareñas, antes y después que Cubavisión se hiciera pantalla del sufrir cubano por su hijo ilustre; así anduvieron los hermanos Ana y Wilbert  González Álvarez, quienes no mostraron consuelo.

 

En Las Tunas, este sábado todavía hay luto en las calles, el silencio es total y la resignación es un lamento, un réquiem por el que un día fue a Haití como presidente, y luego resultó maratonista con el pueblo por las calles de Puerto Príncipe

 

Todo esto lo cuento desde Las Tunas, mi ciudad y provincia, donde se el estupor se dispersó a media voz, y si acaso hubo algún grito fue para decir ¡Murió Chávez!, y nada más porque después vendría el homenaje en  el Memorial Vicente García, donde se diseño un escenario mortuorio impresionante

 

Se vieron rostros antillanos desconsolados, combatientes de blindados sus pechos por tantas medallas jurando rodilla en tierra, que defenderán con todo a la Revolución Bolivariana, como expresa la declaración oficial del Gobierno Revolucionario de Cuba.

 

Chávez se ganó  nuestro amor, y era un de los nuestros, por su desenfado y carisma singular, en  un liderazgo inaudito rompedor de los formalismo protocolares de la diplomacia, del orador de deshilvanaba sus discursos para darle sabrosura a la incoherencia, como aquellas de dejar a un lado el tema llevado para cantar una canción llanera, o declamar un poema, relatar una  anécdota o muna historia,  subir de tono cuando pronunciaba la palabra carajo, todo aquello enardecía con su discurso.

 

Ver a Chávez haciendo ejercicios físicos con sus muchachas del equipo nacional de béisbol, liderando él la carrera de calentamiento; discursar ante sus multitudes bajo un intenso aguacero, o detener la marcha en su vehículo para abrazar a una anciana,  a un campesino, a un niño, o cuando decía mis soldados,  se daban las más humanas razones para idolatrarlo.

 

Quizás por esas pinceladas que nos vienen a retazos, o  más, nos llegó a la oficina un mensaje para Aurora Frías, quien me lo dio a conocer, para que leyera sentimientos de una mujer de luto por el Comandante bolivariano:

 

Muchas felicidades por el día de la mujer, aunque mi corazón llora por la pérdida de un Gran hombre amoroso, hermano, compañero leal, fiel y un sin numero de cualidades que yo no puedo definir con palabras, pero lo siento en el corazón y como mujer, madre, hermana, hija siento que cada día tenemos que ser mujeres mejores, y contribuir   a un mundo mejor, y recordar siempre  a ese gran Hombre que fue Hugo Chávez”.

 

Y más todavía: él fue el creador de la Quinta República, la de la nueva Venezuela, forjador de unas Fuerzas Armadas hijas de la patria, ya no  aquellas amamantadas que procreó la oligarquía,  hasta legitimarlas como servidumbre  en las jornadas del Caracazo, y luego vistió de símbolos patrios, de valores nacionales, de identidad, de la visión de los libertadores, a un     pueblo que parecía, hasta Chávez, no haber tenido rostro, Bandera, ni historia.

 

 

 

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