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Camilo Cienfuegos: un paradigma de la lealtad a Fidel

 

 

Por Ulises Espinosa Núñez

 

Camilo Cienfuegos, ese extraordinario combatiente guerrillero de mil leyendas, fue mucho más que un carismático hombre cuya magnética

personalidad cautivó a todos, hasta convertirse en un paradigma, en una bandera de los principios, la ética y las ideas en los niños y jóvenes cubanos, a 59 años de su desaparición física el 28 de octubre de 1959.

 

Si hoy asombran sus hazañas y vertiginosa carrera política hasta el liderazgo revolucionario, es porque su paso por la historia dejó huellas mucha más profundas que esa recurrente imagen de sonrisa amplia, sombrero alón o de hombre gustador de bromas, rasgos con los cuales algunos a veces se pretende definir su imagen más completa.

 

Camilo, quien fue jefe del Ejército Rebelde hasta su muerte, fue ante todo un jefe militar y líder de la revolución cubana que en apenas tres años de lucha tuvo las más caras posibilidades de mostrar sus cualidades de soldado de temerario valentía personal en el combate, de estratega capaz y victorioso, además de poder perfilar su pensamiento político hacia el horizonte visionario y táctico del Comandante en Jefe Fidel Castro.

 

Hay un aspecto en la vida política y militar del Héroe de Yaguajay en el que no reflexionamos: su condición de líder político de la Revolución Cubana y singular arraigo en el pueblo tras el triunfo de enero de 1959, que lo llevó a ocupar un sitial prominente y muy comprometido al lado de Fidel, junto al que fue uno de los principales forjadores de la unidad del pueblo en torno a la Revolución.

 

Pero también devino pilar en crear el concepto y los principios de lealtad y fidelidad al Jefe de la Revolución, a su Ejército Rebelde emanado del pueblo, y a todas las medidas adoptadas para revertir la situación del país, que había sido saqueado por la oligarquía y los tiranos que gobernaron hasta el 31 de diciembre de 1958, del siglo pasado.

 

Más fácil me será dejar de respirar, que dejar de ser fiel a su confianza, juró a Fidel el 23 de abril de 1958 en el mismo sitio donde callera el Héroe Nacional José Martí, cuando supo su ascenso a Comandante del Ejército Rebelde; así era su ética revolucionaria y su fidelidad al Comandante en Jefe, a quien le reiteraba su decisión de cumplir su misión en Los Llanos de Oriente.

 

En análisis de sus discursos y entrevistas uno se percata de que Camilo es todo un verdadero educador político popular, enfatizando mucho en sus palabras sobre la necesidad de la unidad revolucionaria de todo el pueblo, definiendo a los trabajadores, los campesinos, los estudiantes, los profesionales y el Ejército Rebelde, como las únicas fuerzas que habrían de  hacer indestructible a la Revolución.

 

 

 

Las palabras del legendario guerrillero recordaban a cada cubano el pasado de olvido, abusos, explotación, robo, discriminación, injusticias, y precisaba a esas verdades como las causas que condujeron a la lucha revolucionaria en la Sierra Maestra, El Escambray, El Llano y las ciudades.

 

Le hablaba al pueblo de la nueva realidad cubana, con las cuales se hacía aclamar con vítores de las grandes multitudes, por ejemplo con aquella afirmación del 7 de octubre en el Central Narcisa, en su tercer acto del día: "Los latifundios se están acabando, están invadiendo la tierra no los tanques, sino los tractores que van a  traer la felicidad y van a traer la riqueza a todos los campesinos.

 

"Porque no vamos a permitir que se sigan muriendo de hambre hombres y mujeres en los campos, porque no estamos dispuestos a que se queden niños sin estudiar, porque no estamos dispuestos a que haya familias enteras viviendo sin techo, y viviendo en la mayor miseria. Por eso murieron 20 mil cubanos. Porque todo eso se terminara y por la gloria de esos 20 mil cubanos podemos afirmar que eso se termina o nos cuesta la vida en la lucha por todo eso.

 

Hablaba Camilo de que los nuevos líderes se habían consagrado al pueblo con las armas en la mano, y después del triunfo de enero a la reconstrucción del país con un Gobierno Revolucionario que promulgaba leyes por el bienestar popular, y a una de ellas, la de Reforma Agraria, la consideraba como la Ley de la Revolución, por su enorme trascendencia política, social y económica.

 

El 12 de julio de 1959, en el poblado de Güira de Melena, en una concentración popular nocturna, expresó: "… jamás se alzará el brazo de ningún militar cubano de hoy, ni jamás se virará el fusil de un militar de hoy contra el pueblo. Que esos fusiles los arrebatamos al tirano, que esos fusiles se los arrebató al tirano el pueblo de Cuba, y que esos fusiles pertenecen al pueblo de Cuba, y sólo se usarán para defender la libertad que ganó el pueblo de Cuba”.

 

El 7 de octubre de 1959, a tres semanas de su desaparición, en Jobo Rosado, antigua provincia de Las Villas, en la celebración del primer aniversario de arribar su Columna Invasora a aquel paraje que sirvió de campamento, el Comandante Camilo Cienfuegos, arengaba:

 

"Tenemos que seguir adelante, tenemos que seguir codo a codo los campesinos, los obreros, los estudiantes, el Ejército Rebelde, unidos fuertemente con la mirada puesta en el futuro brillante de Cuba. Todos tenemos que estar juntos para que esta Revolución no se detenga. Todos tenemos que estar juntos para que la Revolución no sea aplastada por los poderosos intereses extranjeros ni los poderosos intereses afectados por esta Revolución".

 

Y ese fue y es Camilo Cienfuegos, un patriota de dimensiones extraordinarias, y en la misma medida, un paradigma de la unidad nacional y tan leal a Fidel que en su contra, ni en la pelota.

 

 

 

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